JAPÓN III: OSAKA, KIOTO Y NARA

Fecha: 20 de julio de 2019
Tras contaros en el nº140 de la revista nuestra experiencia en Tokio, y en el nº142 lo vivido en Takayama, Shirakawago y Kanazawa, continuamos relatando la ruta por este asombroso país. En esta ocasión vamos a contaros la estancia en Osaka y la excursión que desde allí realizamos a Kioto y a Nara.
Por Nuria Araguás y A.B.S. Fotos Oficina de Turismo de Japón. JNTO y Evasión
OSAKA: Pasión por la gastronomía
Desde Kanazawa – nuestra última ubicación-, y en tres horas y cuarto llegamos a Osaka de nuevo en el tren bala. Tal y como ya os contamos, es sencillo moverse en tren por Japón y es muy recomendable y bastante económico comprar la tarjeta JR Pass. Nosotros la adquirimos por un período de 15 días, justo lo que duraba la ruta.
©Osaka Government Tourism Bureau ©JNTO
Osaka es una ciudad futurista, de miles de neones y bonitos canales. Es la tercera ciudad más grande de Japón después de Tokio y Yokohama. Se sitúa en la desembocadura del río Yodo, y es además, uno de los puertos más importantes del país.
El Castillo de Osaka, aunque está reconstruido, es un emblema de la ciudad y una visita imprescindible. No sólo por sus espectaculares murallas, jardines, torres o foso de agua, sino también por el museo que alberga. Un museo enriquecedor y muy interesante que nos cuenta la historia mediante increíbles hologramas. Nos pareció genial tanto para niños como para adultos. También si subís a la torre se puede gozar de unas extraordinarias vistas. A nuestra salida vimos un grupo disfrazado de “ninjas”, una visión perfecta en tan sugerente escenario.
Osaka Okonomiyaki
Asimismo Osaka nos ofrece originales edificios, como el Gate Tower Building, que está atravesado por una autopista, o la Estación Central, en la que hallamos una curiosa fuente que con surtidores y la propulsión de agua, nos da la bienvenida en varios idiomas, nos informa de la hora y realiza representaciones de extraordinarios diseños como si de una pantalla se tratara. También el emblemático Umeda Sky Building, fácil de reconocer, ya que consta de dos grandes torres separadas por un anillo acristalado en las alturas, conectadas por varios puentes. Un rascacielos en el que merece la pena adentrarse, no sólo para experimentar las llamadas “escaleras flotantes” sino para subir al observatorio a contemplar las espectaculares panorámicas que nos ofrece. Los bajos de esta construcción encierran un bonito y acogedor rincón de tiendas y restaurantes inspirados en el Japón de los años 20. Un lugar ideal para hacer una pausa.
©Osaka Government Tourism Bureau ©JNTO
Sabemos que a los osakenses les encanta comer. De hecho la expresión “kuidaore” que significa “comer hasta arruinarse” es una máxima en la ciudad, y damos fe de que ésta goza de una prestigiosa y variada gastronomía. Algunos de sus barrios son muy singulares y bulliciosos, como el distrito de Namba, en el que se encuentra una de las zonas más populares y entretenidas, el canal de Dotonbori, que simboliza la reputación de la ciudad en materia culinaria y festiva.
Osaka Dotonbori
Los puentes de Dotonboribashi y Nipponbashi, marcan el principio y final de esta neurálgica avenida. Esta barriada disfruta de un gran ambiente nocturno con miles de luces y anuncios publicitarios, y constituye un excelente lugar para probar la gastronomía local. Es una zona repleta de izakayas (tabernas japonesas), restaurantes de simpáticas y atrayentes fachadas y puestos de comida de todo tipo donde degustar deliciosos platos y pinchos típicos. Entre ellos, el popular y conocido Okonomiyaki (una especie de tortilla de huevo y col al que se le añaden gambas, carne o queso), el takoyaki (una croqueta rellena de pulpo con diferentes salsas) , la sopa con udon y tofu, el yakiniku (carne a la barbacoa), el pez globo (porque que mejor sitio para probarlo) y el Kani (cangrejo) uno de los favoritos de los osakenses y cuyo restaurante no pasa desapercibido por el enorme cangrejo mecánico colgado de la fachada que mueve las patas. Tampoco hay que olvidarse de adentraros en un kaiten-zushi (un restaurante donde los platos de sushi pasan por una cinta transportadora). En fin una zona de ocio donde el paseo nocturno es todo un espectáculo. También nos ofrece teatros de kabuki y marionetas.
©Osaka Government Tourism Bureau©JNTO
Llegamos al canal y en el Ebisu Brige, hallamos otro símbolo emblemático de Osaka, el famoso anuncio publicitario de “Glico Man”. Se trata de un atleta corriendo en una pista azul y al fondo aparece el sky line de Osaka, aunque nosotros sólo vimos el fondo azul, parece ser que lo van cambiando. Es el símbolo de una empresa local de confitería que fue instalado en 1935. Nos costó un poco encontrarlo ya que prácticamente todas las fachadas tienen publicidad lumínica, pero localizarlo será fácil si te fijas allí donde hay algún grupo, haciendo fotos. El Ebisu Brige es un punto de encuentro y un lugar muy frecuentado por turistas. El recorrido por el canal resulta agradable y bastante entretenido.
También os preguntaréis quién es ese payaso tamborilero que observaréis en muchos sitios, el “Kuidaore Taro”. Otro símbolo de Dotonbori, que hizo su aparición en 1950 como reclamo de clientela de un restaurante. El restaurante cerró y posteriormente fue muy demandado por los osakenses y reubicado en otro establecimiento. Actualmente en el edificio Nazaka Kuidaore numerosos artículos se venden en torno a este curioso personaje.
La calle frente al Glico Man, Shinsaibashi es una calle cubierta, donde se puede encontrar cualquier cosa, tiendas de todo tipo, marcas internacionales, salas de pachinko, karaokes, restaurantes, etc…
Pero, rodeado de luces y bullicio nos encontramos un callejón del pasado, Hozenji Yokocho, donde entre tradicionales tabernas, el pequeño templo Hozen-ji proporciona un rincón de paz y sosiego en pleno centro de Dotonbori.
Construido en el siglo XVII es famoso por su estatua del buda Fudo Myoo, totalmente cubierta de musgo.
Muy cerca se ubica Amerikamura, otra zona de entretenimiento comercial con ambiente muy animado y que constituye un buen lugar para enterarnos de lo último en cultura y moda adolescente.
Muy similar a la famosa área de Akihabara que ya relatamos en el artículo de Tokio y ubicada en el área de Nipponbashi, Den Den Town es un destino de compras popular para los fanáticos del anime y manga. El «Den Den Town» alberga una amplia gama de tiendas con productos que van desde computadoras, cámaras, anime y manga en todas sus formas y hasta herramientas eléctricas y artículos para el hogar. Para los interesados es una visita obligada.
Cerca de este emplazamiento descubrimos el barrio de Shinsekai, actualmente uno de los distritos más famosos de Japón. Fundado en 1912, alberga la torre Tsutenkaku, que en su día marcó la entrada al parque de atracciones “Luna Park”. Fue desmantelada en la Segunda Guerra Mundial y ensamblada nuevamente. Nos cuentan que este lugar tuvo mala fama, pero hoy en día ofrece una rica cultura y una arquitectura única. Nos parece un sitio excepcional, ya que consigue la fusión entre lo retro y lo innovador. Otro sector que bien merece una visita. No lo comprobamos ni tenemos comparativa, pero el restaurante Zubaruya es célebre por servir el mejor pez globo de Osaka.
Si tenemos tiempo suficiente, y queremos ver uno de los puentes mas bonitos de Japón debemos dirigirnos al antiguo santuario Sumiyoshi Taisha. Tras pasar bajo el torii de piedra, nos adentraremos en un bonito camino de lámparas hasta llegar al puente Sorihashi. Un puente arqueado rojo que se ilumina de noche. El reflejo en el agua y el entorno nos dejan idílicas imágenes.
Osaka da para mucho, puesto que cuenta con un parque temático para las familias, El Universal Studios Japan donde se filmaron grandes éxitos del cine, como Tiburón, Terminator 2, Jurassic Park y Spiderman y un impresionante acuario en la Bahía de Osaka.
KIOTO, el Japón de otros tiempos
Kioto fue la capital de Japón entre los años 794 y 1868. Durante más de mil años fue la sede de la Corte Imperial, de ahí su importancia histórica, cultural y pensamiento. Cuna de la ceremonia del té, es una de las mejores ciudades conservadas del país debido a su belleza, fue respetada por el ejército americano, y no fue bombardeada en la 2ª Guerra Mundial.
Kifune Shrine©JTA ©JNTO
Creemos que hay que dedicarle, al menos 4 días de estancia, pero cuando organizamos el viaje a Japón partimos de la premisa de que no podíamos verlo todo en 15 días, así que decidimos dejarlo para una próxima ruta por este país, que tanto nos sugiere e inspira. De los cuatro días que pasamos en Osaka, solamente uno se lo dedicamos a Kyoto.
Pues bien, desde Osaka y de nuevo con el JR Pass, el Thunderbird Express nos llevó a Kioto en 30 minutos. Contratamos un guía en Osaka del que sin dudarlo os dejamos el contacto. Se llama Isaac y es español, lleva 8 años en Japón. No solo es un buen guía cultural, sino que el hecho de ser español supuso un plus adicional a la hora de contrastar ideas, cultura y vida japonesa. Fue una fantástica elección que recomendamos. Le podéis escribir a isaacsanchosanchez@hotmail.com. Asimismo la Agencia Viajes H.I.S. Telf: +34 91 559 70 00 también ofrece guías en español.
Nos dirigimos al noroeste de Kioto, lugar donde desde el siglo VI, se instalaron numerosos nobles y aristócratas. Fuimos a contemplar uno de los templos más representativos y bellos, el reluciente Kinkakuji o Pabellón de Oro. Fue construido en 1397 como lugar de descanso del shogun Ashikaga Yoshimitsu. El hijo de éste lo transformó en un templo Zen de la secta Rinzai, en el que se guardan las reliquias de Buda. El edificio tiene tres plantas y se halla a orillas de un hermoso lago. Las dos plantas superiores están decoradas de láminas de “pan de oro”. La imagen es perfecta, ya que el espejismo resulta conmovedor al reflejarse en las tranquilas aguas del estanque. En nuestra memoria quedan las tonalidades del otoño en simetría con el resplandeciente templo. Nos da la impresión que es igualmente bello en cualquier época del año. El entorno, un jardín japonés es asimismo espectacular.
El Kinkakuji fue fuente de inspiración del Templo Ginkaku-ji (Pabellón de Plata) que el nieto de Yoshimitsu deseaba recubrir de este material.
Después de disfrutar del paseo por los jardines, rincones por los que resulta fácil evadirse del tiempo y realidad, nos dirigimos al Barrio de Gion, uno de los tantos imprescindibles, barrio de geishas y casas de té. Tomamos un taxi para ahorrar tiempo no sin antes preguntar la tarifa hasta el destino. Una vez en Gion caminamos por calles empedradas, entre casas de tradicional arquitectura japonesa. Algunas tienen pequeños jardines en el interior en los que se han instalado acogedores restaurantes y tiendas de productos artesanales.
Gion
Creímos ver una distinguida maiko, (aprendiz de geisha), que salía de una casona entre las callejuelas, lo que nos resulta muy pintoresco y un regreso al pasado. Diferenciar a las maiko es todo un reto, ya que encontramos comercios de alquiler de kimonos para hombre y mujer y todo tipo de complementos donde descubrir el arte del vestir y la elegancia japonesa. Algunas tiendas son muy exquisitas y todo depende de lo que uno se quiera gastar. Una oportunidad, en un entorno exclusivo, de llevarnos un recuerdo único. Recordar asimismo que el “yukata” es una versión más casual y ligera que el kimono.
Seguimos caminando adentrándonos en acogedores rincones, observando detalles, y descubriendo esa cultura tan distinta a la nuestra. Llegamos a una gran escalinata y nos topamos con una vistosa puerta color bermellón, es la entrada al santuario sintoísta Yasaka Jinja. El santuario data del siglo IX y en el patio central vemos varios adeptos tocando las campanas para llamar a los dioses. En otro de los edificios adyacentes numerosos farolillos cuelgan del techo. Son donaciones de empresas con el fin de prosperidad en el negocio.
El Santuario Yasaka Jinja es muy famoso por el festival Gion Matsuri que data del año 869, y que en su día, comenzó como petición del término de epidemias que asolaban la ciudad. Desde esta ubicación desde entonces salen los pequeños templetes dedicados cada uno de ellos a una deidad que encontraremos en las inmediaciones. Hacer coincidir nuestra visita con este festival podría ser inolvidable.
Yasaka Jinja
Frente al Santuario, terminamos tomando un refresco en la cafetería del Museo Kanji, donde aprendes, mediante juegos interactivos, sobre la historia e importancia de los caracteres chinos o kanji en Japón. Un lugar donde te hallas absorbido por estos signos.
También aprendimos sobre el sello japonés o hanko, que realizan artesanos especialistas y que una vez registrado, sirve como rubrica para todo tipo de documentos oficiales. Hay muchas personas que disfrutan del momento en el que estampan su inkan, pues dejan la impronta de su casa, su clan o su familia, conceptos muy importantes en la cultura japonesa.
Gion es un lugar para descubrir el arte y los espectáculos tradicionales japoneses. Nos recomiendan un paseo nocturno por este barrio tan auténtico, y ganas no nos faltan, pero en esta ocasión no es posible.
Aunque no pudimos visitarlo, tenemos que mencionar el Palacio Imperial de Kyoto, residencia de la familia imperial hasta el traslado de la capital a Tokyo en 1869, que ha sido varias veces destruido por causa de incendios. Sus edificios actuales datan de 1855 y su arquitectura es conocida por haber alcanzado la quinta esencia de la simplicidad. Cerca se encuentra el Palacio Nijo, más suntuoso, residencia del shogun Tokugawa leyasu.
Santuarios, templos, parques y estanques, villas y palacios imperiales, Kyoto es un lugar para olvidarse del tiempo y sumergirse en la contemplación de la naturaleza y los jardines paisajísticos que constituyen auténticas obras de arte. Así, el Templo Ryoanji (s.XV) tiene el más famoso de los jardines secos de piedra y arena Patrimonio de la Humanidad.
Recordar que, durante la preparación del viaje, no olvides contactar con la Oficina Nacional de Turismo de Japón en Madrid que proporciona toda la información y consultas. Está en la calle Carrera de San Jerónimo 15 3ºC donde, además disponen de mapas y folletos en español. También tienes toda la información en https://www.turismo-japon.es
NARA, la ciudad de los ciervos
Así como en Kioto se merece al menos 4 días de visita, en Nara pensamos que con uno es suficiente para ver y disfrutar de esta fantástica ciudad imperial. Desde la estación de Osaka, con el JR Pass, en unos 45 minutos llegamos a Nara.
Nara fue capital de Japón durante el periodo Nara (710-784) antes de ser trasladada a Kioto en el 794. Fue en este periodo en el que se edificaron la mayoría de los templos que la dotaron de importancia hasta hoy.
Los templos y ruinas de Nara forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, desde el año 1998.
La atracción principal de la ciudad es el Templo Todaiji, al que nos dirigimos en taxi. De camino, no creiamos lo que veíamos, numerosos ciervos y cervatillos deambulaban por calles y aceras junto a transeúntes. Algunos incluso interactúan con ellos, son animales protegidos puesto que en el sintoísmo se consideran enviados de los dioses.
Cuando llegamos al “Parque de Nara” o “Parque de los ciervos” pudimos disfrutar de su presencia, acariciarles y darles de comer unas galletas de arroz que venden en algunos puestos. Se nota que están muy acostumbrados y se inclinan a modo reverencia para conseguir una galleta. Cuidado si lleváis bolsas, las muerden pensando en encontrar comida en ellas.
El Parque de Nara es un recorrido por la historia. Alberga magníficos templos y monumentos. El paseo es una delicia. En un extremo en el estanque de Sarusawa, pudimos contemplar otra bonita imagen, la sobresaliente pagoda de cinco pisos del templo de Kofuku-ji, reflejada en el agua.
Dentro del parque también se encuentra el asombroso Templo Todaiji, otro emblema de Nara. Fue construido a principios del siglo VIII y es famoso por albergar una de las estatuas de Buda más grande del mundo. El grandioso edificio de madera, Patrimonio de la Humanidad, fue reconstruido en 1702 tras un incendio. No nos podemos imaginar las dimensiones, ya que el actual es más pequeño que el original.
Una vez dentro, además del inmenso e imponente Buda, podemos ver algunas maquetas de lo que fue el conjunto de este gran complejo.
También al pie de una columna atravesada por un estrecho agujero, varias personas intentan introducirse para cruzarlo. Parece ser que quien lo logra, consigue la iluminación en su próxima vida.
Otro popular santuario es Kasuga Taisa, que está dedicado a la protección de la ciudad y de la familia Fujiwara. De color bermellón, resplandece en el boscoso y verde entorno. Es célebre por los numerosos farolillos que cuelgan de los edificios, así como por las 1800 linternas de piedra que marcan el acceso al santuario. Fundado en 768, esta dotado de una gran elegancia y sobresale de nuevo por una excepcional arquitectura.
Terminamos con otra visita obligada, Namarachi, el barrio antiguo de Nara. Casas de madera tradicionales, residencias de artesanos y comerciantes, templos, pequeños restaurantes, encantadores jardines, tiendas de té y sake … un atractivo y tranquilo lugar, en el que lo mejor que se puede hacer, es perderse por sus calles.
Japón nos sigue fascinando, no hay una ciudad que no tenga un atractivo.
Entre otros, en Osaka disfrutamos de su amor por la cocina … en Kioto con la cultura y el arte japonés en estado puro … y Nara, fue un remanso de paz donde nos deleitamos con la delicada lentitud con la que transcurre el tiempo.
Acertado el proverbio japonés: “Viste kimono hasta arruinarte en Kioto y come hasta arruinarte en Osaka”