Trastornos alimentarios

Fecha: 24 de noviembre de 2017
Aunque muchos creen que si no padecen anorexia o bulimia, «eso» de los trastornos alimentarios no va con ellos, están bastante equivocados. Existen otras muchas obsesiones con el peso y la comida que derivan en trastornos de los que vamos a empezar a oír hablar cada vez más. Es mejor que los conozcas para saber que no estás experimentando ninguno de ellos ni tampoco tienes las papeletas para hacerlo más adelante. Evitarlos es lo mejor, pero si no ha podido ser, detectarlos y ponerles remedio cuanto antes es de vital importancia para poder curarse.
Comer o no comer, that is the question
Por Maika Cano
El miedo a engordar suele ser el germen de la mayor parte de los trastornos alimentarios que se conocen en la actualidad. Sin embargo, tras ese miedo, existen muchas otras interconexiones en las que son otros miedos, complejos, presiones, rechazo de los demás y otros problemas internos los que acaban convergiendo en el control del peso y la preocupación por la silueta como medio para creer que uno está controlando el resto de sus problemas.
¿Qué es un trastorno alimentario?
Son todas aquellas alteraciones relacionadas con el control del peso y la alimentación que comienzan por una preocupación excesiva y se transforman en una verdadera obsesión que degenera en comportamientos extremos con terribles consecuencias para la salud.
Englobados bajos las siglas TCA (Trastornos de la Conducta Alimentaria), el origen de estos trastornos puede ser físico, psíquico, social y, sobre todo, emocional. El problema es que muchos de ellos acaban siendo considerados como enfermedad mental, y pueden dar como resultado la hospitalización e incluso la muerte. Los más comunes son la anorexia nerviosa, la bulimia y la ingesta compulsiva (el «atracón»). El nexo en común a todos ellos es la preocupación por el peso, el deseo de adelgazar, el miedo a engordar… Y las personas que los padecen presentan unos rasgos de la personalidad bastante típicos como el perfeccionismo, insatisfacción con su cuerpo, problemas para relacionarse con los demás (miedo al rechazo, dependencia de las opiniones de los demás…), inseguridad, distorsión de la imagen con la que se ven, falta de madurez…
Síntomas y consecuencias
La anorexia es el TCA más extendido y grave. El miedo a engordar lleva a estas personas a dejar de comer por lo que la pérdida de peso severa es el principal síntoma que presentan. Las personas anoréxicas empiezan evitando algunos alimentos, abusan de edulcorantes y especias, beben mucha agua, toman muchos chicles y se pesan continuamente. Y lo más grave es que se ven gordos cuando cada vez pesan menos. Conforme avanza la obsesión, empiezan a evitan las comidas acompañados y prefieren comer solos, hacen muchos trocitos con la comida y comen muy lentamente, anotan las calorías y comienzan a abusar del uso de laxantes. Paralelamente su comportamiento empieza a cambiar: se irritan con facilidad, sobre todo cuando les hablan de su evidente pérdida de peso, se obsesionan con hacer ejercicio, se vuelven muy perfeccionistas en todo, principalmente en los estudios o en el trabajo, caen en algunos atracones que compensan con dieta más severa aún o provocándose el vómito, pueden autolesionarse… Conforme el trastorno es máximo su inestabilidad emocional es extrema, huyen de la vida social y la falta de concentración es manifiesta; su imagen es la de personas que se tapan con ropa excesiva su extrema delgadez y para evitar el frío continuo que sienten, su piel está amarillenta por un exceso de vitaminas, se les cae el pelo, las manos y los pies están hinchados, si son mujeres perderán la menstruación… y así podríamos seguir con una larga lista de evidencias que reflejan la imagen de una persona en decadencia, física y psíquica. La gravedad llegará cuando aparezca la anemia, insuficiencia renal, pérdida de masa ósea, problemas vasculares, posible infertilidad… hasta llegar a la hospitalización en muchos casos.
En la bulimia, la persona que la sufre toma grandes cantidades de comida que combina con medicación para reducir el líquido en el cuerpo, con laxantes y con vómitos que se provocan cada vez que se dan un atracón. La preocupación por el peso y muchos otros comportamientos y rasgos de personalidad son similares a los de las personas con anorexia. La diferencia es el camino que cada paciente sigue para no engordar. Los anoréxicos dejan de comen y los bulímicos no pueden evitar comer y se provocan el vómito. De ahí que una de las señales más evidentes sea el largo tiempo que pasan en el baño después de cada comida. Físicamente, la pérdida excesiva de peso no existe sino que lo más evidente son las fluctuaciones del mismo. Pero hay otros signos externos que no dejan lugar a dudas sobre las personas bulímicas: los cercos rojos alrededor de los ojos por los vasos sanguíneos que se fragmentan al vomitar, la erosión del esmalte de los dientes, los callos en la parte superior de los dedos y los temblores en las manos. Con el tiempo, llegarán las peores consecuencias, mucho más graves que unos callos en los dedos: problemas gastrointestinales, vértigos y desfallecimientos, deshidratación, desequilibrio de electrolitos, debilidad muscular, depresión…
En las personas que caen en los atracones, de nuevo la obsesión por el peso degenera en una relación con la alimentación alterada y en sentimientos de culpabilidad tras cada comida, rechazo de la imagen propia, obsesión con las dietas y los productos naturales… Sin embargo, ahora la vía es otra diferente a los anteriores TCA: la forma de comer es descontrolada y, con cierta frecuencia, existe un consumo de grandes cantidades de comida (a veces de hasta 6.000 calorías diarias), aunque eso sí, no hay una provocación del vómito posteriormente. Como no se adelgaza por la ingesta extrema que se da con los atracones, el resultado es un aumento de peso e incluso obesidad, situación que afecta a la persona que siente que no tiene el control y vuelve a caer una y otra vez en lo mismo: atracones y periodos de restricción absoluta muy graves para el organismo. Hipertensión, diabetes, presión arterial alta, hipercolesterolemia y ansiedad serán algunas de las consecuencias de este trastorno.
¿Quiénes pueden sufrir un TCA?
Más de un 11% de los jóvenes españoles entre los 12 y los 24 años es propenso a sufrir un trastorno alimentario, sobre todo las chicas. En concreto, cuatro de cada cien chicas acabará sufriendo anorexia, una de cada cien acabará siendo bulímica y entre uno y dos chicos varones de cada diez también acabará sufriendo un TCA. Estos datos revelan que los adolescentes se encuentran en lo alto de la pirámide de riesgo a la hora de padecer un problema con la alimentación, pero eso no significa que no existan otros grupos susceptibles de sufrir un TCA, grupos en los que no queda descartado nadie ni por edad ni por sexo.
Cualquier persona puede sufrir un TCA porque en el origen casi siempre está la preocupación por el peso y la imagen corporal, producto de la sociedad en la que vivimos. La obsesión por estar delgados, el triunfo de los cuerpos perfectos, el triunfo del físico por encima de la personalidad, pueden llevar a cualquiera a centrar su obsesión en la comida como causante máxima del exceso de peso. La realidad sin embargo es mucho más profunda y la obsesión por la silueta, la alimentación y el peso tiene sus raíces en múltiples factores que van desde lo biológico, a lo genético, la presión o la predisposición social, pasando por temas personales, el estrés…
Según estos factores, es normal que el principal grupo de riesgo sean los adolescentes, ya que la pubertad les expone a vaivenes y presiones que hacen mella en su autoestima, además de la incidencia de situaciones de bullying, la influencia de las redes sociales y el hecho de ser muchos de ellos niños que vienen con una sobreprotección extrema en su infancia. Otro grupo de riesgo lo conforman aquellas personas con profesiones centradas en su imagen personal, como las modelos y deportistas que necesitan mantener un peso o unas características físicas determinadas para trabajar o competir. Sin edad, sexo ni profesión, estaría otro grupo de riesgo formado con todas esas personas con unos determinados rasgos en su personalidad -el perfeccionismo, la falta de autoestima o la rigidez mental- que les hacen ser presa fácil de caer en estas obsesiones. Sin olvidarnos de los hombres de cualquier edad, ya que aunque los TCA se ceban más con las mujeres, hoy día aumenta el número de casos masculinos obsesionados con su peso y su cuerpo.
Finalmente, uno de los grupos de riesgo que últimamente está creciendo más lo conforman las mujeres de entre 40 y 50 años. La lucha contra la edad y la presión social sobre la imagen con el paso de los años, la menopausia, la soledad del nido vacío, un divorcio o problemas laborales, la maternidad tardía, la muerte de los padres… son el terreno abonada para que muchas de estas mujeres reviertan todos sus sentimientos y emociones en su imagen y en el control del peso para compensar lo que en su vida no está funcionando. Las dietas, los laxantes y un exceso de ejercicio físico entran a formar parte de sus vidas al igual que una anorexia o bulimia que quizás muchas ya padecieron en su adolescencia y que ahora retoman ante cualquier problema personal.
Por lo tanto, queda claro que la mayor parte de las veces, los trastornos alimentarios llegan por problemas internos: relaciones personales poco satisfactorias, dificultad para expresar emociones, haber sufrido abusos u obesidad a tempranas edades, la falta de autoestima, la depresión o la ansiedad, la soledad… Para muchas personas el control de la comida les sirve para compensar sentimientos y emociones que rechazan. Esa es la gran realidad. Y conociendo el origen será más fácil encontrar la solución.
¿Tiene solución? SÍ
Pero el camino es largo. Está claro que cuanto antes llegue y cuanto menor sea el grado de intensidad del trastorno más fácil será poder curar a estar personas. El deterioro físico en fases iniciales es más leve y con el tiempo se puede ir restableciendo, pero no olvidemos que a veces, estos pacientes tienen que acabar siendo ingresados por riesgo de muerte, y ahí las consecuencias tienen un retorno más difícil. Sin olvidarnos que el origen suele estar en problemas psicológicos y emocionales lo que implica que el tratamiento tiene que ser intensivo y algo más complicado que una rehidratación o que vuelva la menstruación.
Existen datos que apuntan a que una gran parte de los pacientes con anorexia tienen difícil solución y muchos de ellos evolucionan pero hacia la cronicidad de su problema; otros muchos pacientes se recuperan pero suelen tener muchas recaídas. Sin embargo, cada día, por el conocimiento del problema y las muchas campañas de detección y soluciones que se ponen en marcha, aumenta el número de pacientes que se curan.
Las terapias actuales trabajan con estos pacientes tanto en grupo como a nivel familiar, como de forma individual, por supuesto. El enfoque se hace desde el plano físico hasta el psicológico, emocional y social. La detección temprana es fundamental para conseguir la recuperación y sobre todo que el problema no se haga crónico. Ante la menor señal que veamos en un familiar o amigo debemos intentar ayudar; ellos nunca suelen reconocer que tienen «ese problema». Es más, hacen todo lo posible por esconderlo.
Internet, cuya influencia negativa está más que comprobada, ha ido compensándola y desde hace algunos años, Instagram, por ejemplo, tienen un listado de etiquetas prohibidas que no aparecerán en sus resultados por muchas búsquedas que se hagan de ellas: #probulimia, #proanorexia, #losewigth… y en general todas aquellas búsquedas que demandan “adelgazar rápido”, “dietas extremas” o “cómo vomitar”.
Los trastornos alimentarios menos conocidos
Vigorexia: Tener un cuerpo atlético es la solución a cualquier conflicto interno, sobre todo por culpa de una autoestima baja que los vigoréxicos quieren elevar desarrollando los músculos del cuerpo. La alimentación y la ingesta de sustancias están centradas en ese objetivo que puede degenerar en problemas en el riñón o cardiovasculares. Los vigoréxicos se miran continuamente en el espejo, y llegan a pesarse varias veces al día y a estar hasta 6 horas en el gimnasio.
Ortorexia: Obsesión por la comida sana hasta niveles que exceden lo normal. Estas personas ocupan varias horas al día en pensar en alimentos saludables y en preparar su dieta, viajan con su propio arsenal de alimentos específicos, y el sentimiento de culpabilidad asoma al menos descuido. En el fondo, pecan de un desequilibrio psicológico por otras razones pero que buscan enderezar a través una dieta.
Pregorexia: Este trastorno se da en las mujeres embarazadas que se obsesionan con los cambios físicos corporales que les afean durante su embarazo. Y por ello caen en hacer un ejercicio excesivo, provocarse vómitos y, sobre todo, hacer dietas radicales poco saludables para ellas, y, sobre todo, para su futuro bebé.
Permarexia: La obsesión por no ganar peso lleva a estas personas a probar todo tipo de dietas. Cuando el descontrol crece, el cuerpo engorda y el siguiente paso es acabar en una anorexia en toda regla.
Síndrome del comedor nocturno: Se combina con la anorexia por el día y consiste en levantarse a medianoche e ingerir el doble de calorías que por el día.
Diabulimia: Obsesión de los diabéticos por su peso que les lleva a no tomar insulina para reducirlo.
Potomanía: Las personas con este trastorno se obsesionan con que la ingesta de líquidos es el colmo de la salud y pueden llegar a ingerir hasta ocho litros de agua al día cuando la dosis recomendada es de un litro y medio o dos diarios. Los problemas renales acabarán apareciendo si el trastorno se alarga en el tiempo.
Alcohorexia o Ebriorexia: Suele darse entre adolescentes que quieren compensar las calorías que ganan con el alcohol dejando de comer para no caer en un exceso de peso. La desnutrición hace su aparición si este trastorno es agudo y puede acabar en bulimia.
Megarexia: Lo opuesto a la anorexia es este trastorno con el que las personas que lo sufren se ven delgadas cuando incluso están obesas. La ingesta de calorías es continua, muchas veces en forma de azúcares y alimentos poco saludables. Son obsesos desnutridos que creen que son el paradigma de persona sana.
Pica: Trastorno de los niños que les hace comer cosas que no son alimentos como tierra, tiza y hasta cenizas de los cigarros. Cuando lo siguen teniendo pasados los dos años, el problema se considera con cierta gravedad.
Pagofagia: Trastorno que implica deseos irrefrenables de comer hielo.